Partida: El cofre del hombre muerto

- Diego de Miranda
- Martín Quijano
- Pedro Núñez

El olor a tierra es cada vez más fuerte. Ya se divisan las palmeras, que aunque aún lejanas, muestran el color verdoso intenso que les caracteriza. Estaban en las indias.
- ¡Quijano, Pedro, mirad aquí! - decía Diego señalando a la costa. - Aquello es Santa Marta ¿verdad?

Acababan de llegar a la ciudad española de Santa Marta, con la esperanza de encontrar un trabajo mejor que en Salamanca, hacer fortuna y volver a España cargados de oro. Era una ilusión común en aquella época dorada del imperio español, donde nunca se pone el sol.
Miraban sentados desde la proa del barco mercante "La Pinta" como se acercaban lentamente con el vaivén de las olas al fondeadero de la ciudad.

Poco después ya habían ayudado a descargar al mercante y habían cogido sus pocas pertenencias que tenían por equipaje. Se encontraban por fin en tierra después de tan largo y agotador viaje. Ahora lo que les apetecía era celebrar su buena fortuna.
- No lo puedo creer, ya estamos aquí, ¡estoy pisando el nuevo mundo!
- Ahora es momento de celebrarlo ¿no?, mirad esa taberna, parece buena y no debe ser muy cara, pues todos los marineros y trabajadores del puerto se encuentran allí reunidos.

Núñez señalaba hacia un viejo cartel que colgaba lleno de polvo y donde a duras penas se podía leer: "Captain Scrumm's Bar". Parecía una tarberna inglesa bastante famosa y concurrida por aquel lugar. Así que los tres amigos decidieron acercarse, aún sin saber cómo les cambiaría la vida este simple hecho.

Cuando atravesaron la puerta del local, se lo encontraron muy animado, era por la mañana y todos los marineros y trabajadores del puerto se encontraban allí tomando un "pequeño descanso" matutino. La verdad es que era una taberna sucia y no muy grande, pero tampoco esperaban más de ella, pues no tenían suficiente dinero como para andarse con lujos.



La única mesa libre era la del final (Mesa 1), así que los tres amigos se sentaron en los taburetes esperando a que el encargado se acercara y decidiendo qué tomar.
La taberna estaba bien llena de gente, con todas las mesas completas y la gente apiñada alrededor de la barra. Se veía solo a gente trabajadora y marineros, algunos normales y otros con no demasiada buena pinta.

A partir de aquí el destino está en vuestras manos...

Nada mas sentarnos, miro hacia la barra para ver la cantidad de gente que se encuentra en ella para luego ir a pedir lo que vayamos a tomar, pero no sin antes saber que van a tomar mis compañeros y por eso, acto seguido les pregunto:

-Amigos, ¿Por qué no tomamos una buena jarra de ron? Es la bebida de los marineros, y medicina de mareos. (suelto una pequeña carcajada, ya que hago este pequeño chiste relacionandolo con los pasajeros de los barcos que vomitan al no poder soportar el movimiento del barco). Si os parece bien voy a pedirlo.

Respondiendo Martin:

-Buena idea Quijano, podriamos tomar algo y ademas quizá deberiamos tambien pedir alguna indicacion para movernos por aqui al dueño para que nos aconseje y a lo mejor con suerte alguien de aqui puede ofrecernos trabajo a buen precio, necesitamos un lugar donde poder quedarnos provisionalmente no se os olvide.

Respondiendo Pedro:

Me parece una estupenda idea, no he bebido nada agradable durante la travesia! asi me podre quitar este regusto a agua salada.
Dice Pedro al tiempo que golpea energicamente la mesa con satisfaccion. Y si podemos ganarnos un poco de oro con el que llenar nuestras bolsas, tanto mejor! mientras se frota las manos y sonrie a sus amigos.

Mientras que estais en la mesa decidiendo lo que haceis, la taberna cada vez está más llena de gente, hasta el punto de tener que ir apretado hasta la barra solo para pedir algo.
De entre toda la gente poco a poco se va acercando, no sin cierto disimulo, un viejo. Parecía un marinero, o al menos en su día lo fue, aunque ahora no parezca muy capacitado para el oficio de la mar. Vestía con un sombrero que le quedaba algo ridículo, pero no desentonaba. También llevaba una vieja camisa blanca muy holgada y unos pantalones marrones que le quedaban algo cortos y dejaban ver sus antiguas -y seguramente compañeras de aventuras- botas de piel desgastada.
Sin más dilación, el viejo se sentó en el taburete que quedaba libre en la mesa de Diego, Pedro y Martín. Sin vergüenza ninguna y con un atrevimiento digno de alguien del que dirían que está loco dijo:
- ¡Buenos días muchachos! Os he visto y me he dicho: vaya, seguro que son nuevos por aquí y vienen a buscar trabajo. La verdad es que no os había visto antes y siempre me agrada la compañía de las buenas gentes y por supuesto conocerlas. Me preguntaba si serían tan amables de invitar a este viejo a una buena jarra de ron.

Quizás sonaba un poco a simple treta para conseguirse una jarra gratis, pero algo os decía que es viejo tenía algo interesante y no se había sentado en vuestra mesa sin más. Como mínimo pensabais que podría ayudaros a guiaros por la ciudad o quizás tenía alguna vieja historia de marineros que contar.

Pedro respondiendo al viejo:

Con el ceño fruncido, estudio al viejo. Solo un instante despues respondo.
No es costumbre, al menos en mi pais, el sentarse en mesa ajena sin ser invitado. Y es mas raro aun el dirigirse a unos completos desconocidos
para pedirles ron... ¿quien sabe?, tal vez seamos sanguinarios piratas que huyamos de la horca...

Dirijo una mirada a mis compañeros, esperando su respuesta.

-Cierto, pero pese a ello por que no nos cuentas algo que pueda interesarnos de verdad y nos pensamos lo de la jarra de ron porque el dinero no cae del cielo y menos para desconocidos. Si es verdad que puedes ofrecernos informacion de provecho te deberias contarnosla cuanto antes mientras combatimos la sed.

Dandole unas palmaditas en la espalda a Pedro y mirando despues fijamente a los ojos del viejo digo:

- Tranquilo Pedro, no te sulfures, dejemos que hable, a lo mejor tiene algo interesante que contarnos.

El viejo se acomoda un poco en la silla, después de sentirse un poco rechazado.

- Bien, si os digo la verdad, aunque no os conozca de nada, tengo algo para vosotros. De hecho, quién sabe, puede que encontreis lo que buscais más rápidamente de lo que parece. ¿Habeis venido a buscar fortuna, no?
En los tiempos en los que era más joven y fuerte, yo era un aventurero, un hombre de fortuna como suele decirse. He visitados muchísimas islas del Caribe, desde las más soleadas y visitadas por todos, hasta las más oscuras y recónditas. Lo cierto es que no es un oficio bien agradecido, pero a veces puede uno hacerse rico. Si vais en busca de trabajo nunca descarteis la opción de echaros a la mar, aunque siempre podeis trabajar en el muelle cargando y descargando mercancía de los cargueros.
Bueno, esto está muy bien, pero se habla más tranquilamente y sobre todo con muchos más detalles cuando se tiene una jarra de ron encima de la mesa. Voy a por ellas, somos cuatro ¿verdad? Ahora mismo vuelvo.


Veis cómo el viejo de dirije hacia la barra con gran rapidez al tiempo que pide al tabernero cuatro jarras de ron. Al poco tiempo vuelve y deja las cuatro jarras encima de la mesa con un ruido sordo de la madera y el metal. Al tiempo que el viejo vuelve a sentarse os fijais en cómo mira desconfiado hacia los lados.

Me sorprendo al ver la forma sospechar hacia todas las direcciones del viejo, pero algo me dice que se trata de algo muy gordo y en mi cara aparece una sonrisa picaresca, y acercandome al viejo con los ombros encongidos susurro en voz baja para que solo yo, el viejo, y mis amigos los oigamos.

- ¿Que es eso que escondes viejo? sueltalo (no es en forma amenazante)

Miro de soslayo a Diego y le digo en voz baja:

Miranda, preparate para volver a sacarnos de el lio en el que nos va a meter este gitano aficionado a las aventuras. Ya sabes como terminan siempre...! (risita disimulada). Adelante, maese anciano. Cuentenos que necesita.

Doy un largo trago a mi bebida y espero.

-Tranquilos, no os preocupeis, me parece que el hombre intenta echarnos una mano con buena informacion, no le hagamos mas tiempo esperar y que nos cuente lo que deba, no podemos estar rechazando informacion sea cual sea.Por favor comience y le daremos nuestra opinion, a esta invidamos nosotros

Le hago un gesto de aprovacion al hombre y miro a Quijano con mirada helada

Después de oír esto, el viejo vuelve a mirar hacia los lados, un poco nervioso. Seguidamente bebe un largo trago de su jarra y os sonríe a los tres, aunque su cara se vuelve más sombría cuando saca de su camisa un viejo pergamino doblado varias veces.

"Mirad, eso es lo que tenía que mostraros. Sobre todo os diré una cosa: no lo abrais ni desdobleis, es más, ni lo saqueis de vuestros bolsillos, hasta que no esteis en lugar seguro, a salvo de miradas indiscretas, esto es muy importante. El caso es que estaba buscando a gente como vosotros, acabais de llegar al caribe y no conoceis a nadie. Yo me quiero deshacer ya de... esto, si os soy sincero no me ha traído más que problemas, pero no quisiera dejarlo en manos equivocadas o simplemente tirarlo, para que el pobrecito Jackie se acabe apoderando de él. No, eso si que no, es lo último que quiero, recordad, Jackie no debe poner sus sucias manos sobre él. Y por último, si algún provecho le sacais, que ciertamente desconozco, no me busqueis, no quiero saber nada de él, si os preguntan decid lo que querais, pero YO no lo tengo ¿entendido?"

Después de estas palabras, el viejo os mira lentamente a todos y apura su jarra de ron de otro largo trago. Acto seguido se levantar muy deprisa y desaparece entre la gente, habiendo dejado el pergamino sobre la mesa y su jarra al lado.

Doy un sorbo a mi jarra de ron, y sin merodeamientos, apoyo mis manos en los hombros de mis compañeros, para acercarlos al centro de la mesa y así poder susurrarles:

- Hey, amigos, cojamos esta cosa y marchemos de aquí rapido, no se que es exactamente, pero algo me dice que no es una soez broma de un viejo borracho...

Despues de esto, con un ligero movimiento de cabeza hago entender a mis compatriotas que debemos salir.

Miro con curiosidad lo que nos entrega el anciano y haciendole caso a mi compañero me levanto de la mesa y cojo el pergamino y me lo guardo para mas tarde echarle un vistazo. Digo en voz baja:

-Compañeros larguemonos a un sitio tranquilo y lejos de la vista de ojos ajenos y echemosle un ojo a esto que parece mas que interesante.

Les hago un gesto a mis compañeros para irnos.

respondiendo a regañadientes:

[i] En fin, nunca vi un hombre tan apurado. Pero la verdad es que me pica la curiosidad por saber de que demonios se trata...
Si debemos abrir eso en privado, lo mejor sera que rentemos una habitacion con algo parecido a una cama para pasar la noche.

Después de esto el bar parece tan ajetreado como siempre, pero vosotros teneis mucha curiosidad por saber de qué se trata el pergamino del viejo. Solo pensais en ir a algún sitio en el que poder abrirlo.

Me levanto rapidamente y digo:

- Vamos a preguntar a alguien donde podemos encontar una posada. Ire a la barra a ver que me dice el camarero

Me dirijo a la barra y espero a que me atiendan

Pedro se pone a dormir encima de la barra, mientras le dice a sus compañeros:

-En fin! como en el nuevo mundo todo vaya tan despacio, creo que moriremos de viejos antes de correr ninguna aventura. Buenas noches amigos.

Dicho esto, agarra con fuerza su bolsa y se la pone de almohada.

Después de un largo (muy largo) rato esperando en la barra, el tabernero por fin se acerca hacia vosotros. Al parecer se había quedado hablando con un grupo de marineros sin hacer caso a la gente que le pedía de beber. Era un tipo grande y barbudo, con un delantal de cuero fino y una camisa vieja.

¿Qué queréis muchachos?

Pedro responde, mientras baja de la barra:

-buscamos la habitacion mas barata de la que dispongais, maese posadero.
Mañana seguramente estemos enbarcados a una muerte segura. Es una costumbre muy arraigada de los españoles, meterse en lios en tierra extraña!

El tabernero se inclina sobre el mostrador con el ceño fruncido:

Ya me gustaría muchacho, pero esto es una taberna, no tenemos habitaciones. Aunque seguro que el viejo Steve tiene algo para vosotros. No tiene pérdida, simplemente salid por la puerta de mi taberna, girad a la derecha, y dos calles más arriba vereis el cartel. Aunque no sin antes pagar las cuatro jarras claro.

(suponiendo que tengo dinero) Saco la bolsa del dinero y pregunto secamente al tabernero al tabernero:

- ¿Cuanto es?

[OffTopic: Siempre puedes ver los objetos que llevas contigo en tu ficha de personaje, yo los voy modificando cada vez que consigas o pierdas algo]

Cuatro jarras, veamos... son 3 reales por cada una de ellas, así que 12 reales por favor.

Cuando Martín deja los 12 reales sobre el mostrador, rápidamente desaparecen bajo las manos del tabernero quien suelta un corto e inaudible "gracias", y seguidamente se va a seguir con su charla con los marineros del otro extremo de la barra.

Tras el pago de las bebidas, les hablo a mis compañeros de viaje inmutablemente:

- La proxima pagais vosotros... Bueno dirijamonos donde nos has dicho el tabernero

Ya, con cansancio, doy el primer paso hacia nuestro objetivo principal, encontrar una buena cobijo donde poder descansar.